UN EXTRAÑO DIVORCIO
¿Cómo entender que un hombre se
divorcie por celos? Aclarando que los celos son siempre infundados, porque un
engaño comprobado ya no es asunto de celos, sino de traición.
Para representárnoslo, imaginemos
a un sujeto celoso llamando a su esposa al celular y que ella no le conteste. Cuando
la mujer llega (con 15 minutos de atraso), el hombre está verde y hecho una
fiera. No habrá razón que le valga «me importa una mierda que el celular esté
descargado. No puedo más ¡Nos divorciamos!».
Hasta aquí el asunto pasa ligero
por común. Pero, a los días, nace una interesante incógnita cuando un amigo le
cuestiona la decisión a nuestro héroe insensible a las baterías de celular: «Si
no tienes pruebas de infidelidad, y si te pone de cabeza el temor de que ella
esté con otro, ¿por qué te divorcias? De esa manera la estás empujando a rehacer
su vida con otra persona, la empujas a que realice tu pesadilla». Pero el
esposo decidido replica: «¡Qué sabrás tú de baterías! Esto se acabó, no hay
vuelta atrás».
¿Qué sentido tiene esta decisión?
Antes de pasar a la respuesta aclaremos que no estamos tratando sobre el
mecanismo de los celos, la razón del divorcio pudiera haber sido cualquier otra,
como que la esposa fuera una compradora compulsiva, o problemas con la suegra,
o que, siendo él naturista, descubriera de pronto que los senos de su esposa
son de silicona. Da igual el motivo, lo que vamos a analizar ahora es el para
qué sirve el divorcio.
MATEMÁTICAS AFECTIVAS
Para entender este asunto es
necesario que entremos al mundo del cálculo matemático de los valores propios. Todos
sabemos que la autoestima está conformada por todos aquellos valores que
podemos llamar «míos». O sea, su autoestima está conformada por todo lo que
usted pueda llamar «suyo», o sea, el yo de usted, su-yo. Esto demuestra que la
autoestima es el nombre que se le da en psicología a lo que en jurisprudencia
se llama propiedad privada.
Ahora veamos cómo se pone en
juego la autoestima en el amor. Imaginemos que la autoestima es una baraja. Y
digamos que la baraja del amor propio del hombre del ejemplo, antes de conocer
a su esposa, estaba compuesta por el valor de su profesión al que
representaremos como un dos de picas, el valor de su trabajo al que
representaremos como un dos de trébol, el valor de su familia ascendente que
representaremos como un tres de corazones y el valor de sus amistades que
representaremos con un tres de diamantes. Las cartas están echadas, la
autoestima de nuestro héroe, cuando soltero, valía 10 puntos. Y, digamos que
una autoestima de 10 puntos es muy buena, por lo que nuestro héroe era feliz
con un valor propio de 10. Pero, un día, conoce a una mujer a quien le da un
valor de 11 puntos y por ello la representaremos como un As de corazones. En
ese momento la autoestima de nuestro héroe pasa a valer 21 puntos y ahora se
siente eufórico, un Blackjack de
felicidad. Pero, después de casarse, los celos del hombre transforman a su
mujer de 11 puntos en una posible traidora, en un antivalor. A partir de ese
momento el hombre se siente miserable y su autoestima se desbarranca en la
melancolía. Ahora cabe preguntarnos: ¿cuánto vale, en este momento, la
autoestima de nuestro héroe? Hagan el cálculo. Tienen cinco segundo para pensar
y hacer sus apuestas…
¿Ya tienen la respuesta? Analicemos los
resultados. Si optaron por pensar que la autoestima de este hombre que acaba de
convertir a su mujer en un antivalor, vale 10 puntos, la respuesta es
incorrecta porque, de ser así, el hombre se sentiría feliz. No eufórico, pero
sí feliz. Recordemos que así se sentía antes de conocer a la mujer, y acordamos
que una autoestima de 10 puntos era suficiente para ser feliz. Pero nuestro
héroe se siente espantosamente mal, TANTO que quiere divorciarse ¿Por qué
siente ése deseo? ¿Cuánto vale en este momento la autoestima de nuestro héroe? Para
ser breves, develemos a la respuesta: la autoestima de este pobre hombre vale:
-1. Los 11 puntos de valor que le atribuyó a su esposa durante el enamoramiento
siguen teniendo, en su autoestima, un «valor absoluto» de 11 pero, por haber
pasado a ser un antivalor, ahora vale -11. Y 10 - 11 es igual a -1. El balance
de su autoestima está en rojo. Los 11 puntos negativos le impiden valorar los
10 positivos que, aunque todavía están allí, son negados el 11 negativo. Con un
antivalor tan grande, sus valores pierden importancia. Ante el miedo de ser
cornudo le importa un bledo su profesión, no puede concentrarse en su trabajo,
si un familiar trata de hablar con él obtendrá una mala respuesta y a los
amigos no los quiere ni ver. Por eso siente que debe divorciarse, porque sólo
alejando los 11 puntos negativos de la propia autoestima podrá regresar a
valorar los 10 valores que cultivaba, y restablecer la importancia de su
profesión, su trabajo, su familia y sus amigos. He aquí el por qué siente la
necesidad de divorciarse, para volver a valorarse. Matemática simple: lo malo
resta, lo bueno suma.
LOS MISTERIOS DEL CÁLCULO
A veces, los más grandes misterios, son determinados por teoremas simples.
Es tan notorio que en el amor se trata de transformar 1 en 2, es tan evidente
que el amor es una adición, que resulta increíble que permanezca oculta la
relación entre la matemática y el amor. ¿Cuál será la razón de este descuido?
Creo que pueden ser tantas las causas que para no complicarnos la vida es mejor
echarle la culpa a nuestra primera maestra de aritmética y olvidar el asunto. Lo
concreto es que toda persona que comparte valores comunes con alguien siente
que su existencia maneja cifras de muchos dígitos, mientras que si un pescador
comparte su vida con alguien alérgico al pescado, sufre la oscuridad dominante a
la izquierda del cero, la oscuridad de los números negativos.
La vida nos obliga a llevar varios libros de contabilidad, y no es el de las
pérdidas, ni el de los desencuentros el que lleva escrito en la portada: «Libro
del propio valor».