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domingo, 7 de diciembre de 2014

LA GAYA MAGIA

DESPERTAR

¿Alguna vez han confundido un recuerdo con un sueño? O sea, ¿alguna vez han descubierto que algo que creían haber vivido en realidad lo habían soñado? Si la respuesta es afirmativa, entonces conocen el desengaño y el consecuente deseo de revancha que nos mueve a tratar de moldear la realidad según nuestros sueños. A veces sospecho que todo en la vida es una revancha. Que sólo nos movemos tras enojarnos por estar quietos. Que sólo pensamos en cambios después de apagar el televisor y preguntarnos «¿es esta la realidad que yo había soñado para mí?», «¿Es éste ir y venir del trabajo a la casa, del televisor a la cama, de comentarios sobre cambios atmosféricos a rascarse la espalda, es esto lo que quería para mí? Todo cambio es antecedido por una crisis, para cambiar la realidad, previamente hay que sentir el oprobio, la indignidad, la ignominia de no ser lo que soñamos ser, y sólo entonces la contrariedad nos rememora el reto que hemos heredado de la humanidad: «ser el único animal capaz de hacer realidad sus sueños». Herencia nada fácil de llevar porque conlleva la autocrítica y el cuestionamiento del propio mundo. En fin, para cambiar hay que tener un sueño y para darnos cuenta de él, hay que despertar. 

SOÑAR PARA VIVIR O VIVIR PARA SOÑAR

Es imposible vivir sin soñar, y de esto nadie se lamenta, más bien, si se pudiera vivir de sueños pagaríamos con gusto el precio de pasar la existencia con los ojos cerrados mirando hacia adentro, porque los sueños, para ser tales, deben ser propios, deben ser internos, si vinieran de afuera serían deberes en vez de derechos.
Reconozcámoslo, nos pasaríamos con gusto todo el rato que andamos por este mundo, durmiendo. Y debe ser por eso que tratamos de extender las imágenes oníricas más allá de abrir los ojos, pintando cuadros, viendo océanos en la pupila del ser amado, escribiendo cuentos, haciendo y viendo películas, o creando aparatos para volar (porque en los sueños casi siempre volamos y cuando no lo hacemos es porque aterrizamos). Es definitivo: no podemos vivir sin soñar. Y por ello todos somos magos, quien más quien menos todos tenemos nuestros propios encantamientos, porque un sueño sin magia sería pesadilla.

LA MAGA CIENCIA

Hubo un tiempo en que los magos y los científicos eran lo mismo, pero luego se separaron en dos bandos cuando los magos decidieron no dar explicaciones y en contraposición a estos, los científicos enfatizaron en explicarlo todo con teorías. Hoy en día los magos y los científicos viven separados y durante el día pareciera que sus labores fueran muy distintas, pero, por la noche, cuando miran las estrellas, saben que trabajan para lo mismo y extrañan a sus antiguos compañeros. Los magos y los científicos son amigos alejados que añoran su pasado común, y por ello a veces se disfrazan para merodear en los  barrios de sus antiguos camaradas, a estos  enmascarados se les llama: filósofos.
La interrelación entre la magia y la ciencia es como la del huevo y la gallina, no hay secuencia, son simultáneas, son parte de lo mismo. Pero hay quienes se empecinan en remarcar sus distintas naturalezas, los psicólogos suelen estar al frente de este gremio, aunque me consta que en secreto, encerrados en el baño, se divierten haciendo trucos con su varita mágica; el secreteo les viene de la vergüenza, porque el entristecedor proceso académico les obligó a renegar de sus más íntimos deseos, debido un viejo dogma de la psicología ortodoxa que asegura que sólo alguien que no sea humano puede ayudar a las personas (dogma que supongo provenga de aquello de que Dios es el único que puede condenar o salvar a los humanos). Y tal vez por eso los grandes magos han sido ateos. En fin, algunos científicos académicos piensan que «soñar» les está prohibido, pero lo cierto es que no existen Einstein, ni Pasteur que no sean soñadores, aunque también es cierto que el sueño de la razón puede producir monstruos. Sin embargo, a final de cuentas la magia sólo es el otro lado de la balanza que nos permite tolerar la realidad.

ABRACADABRA EN PAREJA

Si bien entre la magia y la ciencia no se puede decidir quién depende de quién, en las cuestiones del corazón sabemos que el amor depende de la magia. Desde que el hombre es hombre y la mujer, mujer,  no ha habido hombre que se enamore de una simple mujer, ni mujer que se enamore de un simple hombre, todo enamoramiento femenino ha sido hacia un Dios y todo enamoramiento masculino hacia una diosa, eso explica que no nos enamoremos de la primer persona del sexo opuesto que para hacer frente a nosotros, la escogeremos porque representa nuestro Dios o nuestra diosa y si soy pareja de una diosa debo ser un dios. No hay magia superior que esta: la fórmula para ser dios. Cuando decido que una mujer se transforme en mi diosa, veo en ella las virtudes que quisiera tener y también las pocas que poseo, es un perfeccionamiento de uno mismo, a través del contagio con algo que haré mío. Lo mío es mi-yo, y yo soy lo que pueda llamar mío. Con unos cuantos pases mágicos he conformado mi autoestima, mi propio valor. Lo que en psicología se llama autoestima en la jurisprudencia se le llama propiedad privada. Magia pura. Ilusión de propiedad. Sentido de la vida. Abracadabra.
Enamorarse sin magia es como hacer el amor con un manual. El enamoramiento es un pase mágico. El cortejo es un truco en la oscuridad y el desengaño es cosa de encender la luz. Pero el enamoramiento no es lo mismo que el amor. El amor no es cosa de trucos para la merienda, el amor no es cosa de monedas que aparecen en las orejas, el amor no es hacer magia sino vivir en ella. Amar es seguir amando. Un truco dura segundos. Un encantamiento pretende mantenerse en el tiempo ¿se va entendiendo que el enamoramiento se trata de vender como una verdadera mentira, mientras que en el amor se trata de que la mentira se vuelva verdad? No es mago quien sólo sabe un truco. La magia es un show, y el show nunca debe acabar.
La luna es la sorpresa que sale del sombrero del mágico sistema solar. Mirar el cielo estrellado sin esperar ver un cometa fugaz es cosa de mentecato triste que odia el circo. ¿Qué importa si el primer hombre que caminó en la luna estuvo allí de verdad o fue un montaje cinematográfico? ¿Quién no es capaz de darse cuenta de que eso en realidad no interesa a nadie? Lo trascendental para el hombre es su deseo de llegar a la luna, sea de polvo estelar o de queso, da igual. Qué triste debe sentirse aquel que frente una película de ficción vocifera ¡eso es imposible! Para poder amar hay que crear lunas de queso, hadas, duendes, porque sólo si se tienen recovecos donde desahogar la locura, se puede compartir la cruda realidad de hacerle frente de la vida.

MAGIA PARA TODO

En el mundo de las ferreterías, la magia no parece servir para mayor cosa. No construye casas, puentes, ni armas. La magia sólo alegra al albañil mientras arma la pared que protegerá a alguien. La magia no construye bloques pero está presente en el movimiento de la mano del albañil al colocar la argamasa que los une y los hace casas. La magia no hace medicinas pero permite al médico encontrar una insólita belleza en la atención de enfermos en una pandemia. La magia no es clavo ni martillo, la magia en sí misma no construye grandes cosas, pero las permite todas.
La magia está hecha de preguntas, el aprendiz de mago, en su primera clase, recibe un cuestionario «¿Quién soy?, ¿Por qué estoy contigo?, ¿Por qué respiro?, ¿Por qué están allí los demás y qué tienen que ver conmigo?, ¿Por qué me gusta la música y qué la diferencia del ruido?» La magia es curiosa y brinca cual duende inquieto de una pregunta otra. La magia no es crédula pero tampoco anda por allí proclamando «si no lo veo no lo creo», los magos saben que por dañarse el microscopio no desaparecen los microbios. Los magos saben que la falta de respuesta hace válida a la pregunta. La magia desaparece cuando se pregunta lo evidente y no habiendo nada más evidente que la razón de hacernos preguntas, sería vulgar preguntarnos sobre el porqué de la magia. La sabiduría de los magos es reconocer lo que no saben. Pero, cuidado, creer que en la tierra de la ignorancia germinan esbeltas las preguntas sin más ni más, sería una inocentada, sin la lluvia de la curiosidad el desconocimiento es un desierto.

LA GAYA MAGIA.


Dos ojos tenemos, uno curioso para mirar las estrellas y otro crítico para mirarnos a nosotros mismos mirando las estrellas. A veces pienso que habernos olvidado de la verdadera función de los ojos es a lo que los cristianos llaman «haber perdido el paraíso», con lo que la cristiandad es una proclamación de ceguera. Sin embargo, dos ojos seguimos teniendo, la recuperación del paraíso perdido sólo implicaría un cambio de mirada, un pase mágico: voltear el ojo crítico hacia nosotros mismos.