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martes, 4 de agosto de 2015

La felicidad en el banquillo

Mario Fattorello sobre la felicidad
La felicidad es un punto de partida

¿MÁS FELIZ O MENOS INFELIZ?
¿Es más apropiado preguntarnos si somos felices o si somos infelices? El asunto no parece ser sencillo ya que podemos sentirnos felices e infelices al mismo tiempo. Al pensar en nuestra propia felicidad, nos viene a la mente todo aquello que nos entusiasma, pero si pensamos en nuestra infelicidad, enumeraremos lo que nos desanima. Y la verdad es que estar entusiasmado y desanimado al mismo tiempo no es un opuesto imposible, no es un oxímoron. Es  tan común como fantasear un cuerpo atlético y tener pereza de ejercitar. Es un secreto a voces que el día es una noche con luz y la noche, un día oscuro.

EN DEFENSA PROPIA
Cuando tenemos noticias de un terrorista suicida que estalló con su chaleco de dinamita podríamos preguntarnos «¿para qué se suicida?». Aunque también pudiéramos preguntarnos «¿por qué no quiso seguir viviendo?». El problema radica en que al preguntar por las consecuencias «¿para qué se suicida?» los expertos en predicciones asegurarán que buscaba la felicidad eterna en el más allá, pero la verdad es que esta respuesta no sirve de nada a quienes no interesa volar por los aires en manos de bombas humanas. Mientras que la pregunta sobre las causas «¿por qué no quiso seguir viviendo?», nos adentra en las miserias que le llevaron al odio, en las realidades que le desencantaron de la vida, lo cual pudiera iluminarnos en cuanto al qué hacer para que no haya más terroristas suicidas. Supongo que a quienes (sin necesidad de negarse la felicidad eterna del mas allá), no disgusta recorrer completa la corta travesía por este mundo, les parecerá más propicio preguntarse sobre lo que nos hace infelices que sobre la felicidad. Aunque tengamos conciencia de que la felicidad no es la simple ausencia de infelicidad, intuimos que la disminución de la infelicidad es proporcional al aumento de seguridad, puesto que nadie le hace daño a otro por ser feliz, sobre esto no hay discusión: quien piensa en dañar a otros es un infeliz. Y estando así las cosas, parece lógico que colaborar en la disminución de la infelicidad del otro es algo que nos toca hacer en defensa propia.

TRISTES ESTADÍSTICAS
—Por otro lado, las estadísticas sobre la felicidad son tan imprecisas como las encuestas que las sustentan. Por ejemplo, preguntar a la gente en Latinoamérica si se consideran felices es un despropósito, porque en estas culturas, las fiestas frenéticas donde la impulsividad y el descontrol bautizado con drogas y alcohol son símbolos patrios, se considera felicidad a la desinhibición.
Si medimos la cuota de felicidad por la cantidad de tiempo pasado bailando o bajo el efecto del alcohol riéndose y echando chistes, nos encontraremos con que en Latinoamérica son mucho más felices; pero debiéramos preguntarnos por qué el consumo de alcohol es tan alto y entonces la respuesta apuntaría a todas aquellas cosas que hacen infeliz al latinoamericano y que, para olvidarlas, las ahoga en drogas y alcohol. Felicidad no es desentendimiento. La felicidad es algo consciente y para ser tal debe estar conectada a la realidad, en fin, ser feliz no es estar en coma.

PREGUNTAS INFELICES
—Lo cierto es que pareciera necesario cambiar las preguntas que se utilizan para encuestar la infelicidad de una sociedad. Así que intentemos crear una mejor pregunta, por ejemplo «¿la infelicidad se debe a algo que falta o algo que sobra?».
Creo que, sin pensarlo mucho, todos estaremos dispuestos a concluir, en primera instancia, que para ser felices más vale que sobre a que falte. Pero apenas profundizamos un poco nos damos cuenta que es lo mismo ser infeliz por falta de salud a serlo porque sobra dolor. Entonces se nos ocurrirá otra pregunta ¿Las cosas buenas crean felicidad y las malas infelicidad? A esta pregunta nos responderá con un categórico «¡NO!» un ingeniero que después de esforzarse por alcanzar su título en la universidad (indudable cosa buena), le toca trabajar de taxista, lo cual no estaría mal si no fuera ingeniero; así que más le valdría no tener título para poder ser un taxista feliz. Y así, cada vez que creamos estar ante un callejón sin salida aparecerá otra opción, apelaremos a otra pregunta. Como la idea de la «justa medida», y comenzaremos a elucubrar que la infelicidad es debida a una falta de equilibrio. Pero no tardaremos mucho en negar lo recién planteado argumentando que la «justa medida» más pareciera una fórmula para alcanzar la “diáfana tranquilidad” y no la felicidad, además que lo equilibrado pronostica tedio, aburrimiento e insignificancia, lo que tampoco va de la mano con el impetuoso entusiasmo de vivir. Y así pudiéramos seguir ad infinitum. Pareciera que el problema está en la forma de hacer las preguntas, como que no vamos a poder encontrar una respuesta que nos abra caminos ante preguntas que usen el contraste entre dos términos «¿eres feliz o infeliz?» «¿Al feliz o al infeliz le sobra o le falta algo?» «¿Son más felices los ricos? O ¿son más infelices los pobres?». El misterio de la felicidad no parece ser asunto de antónimos.

EL INCONFORMISMO FELIZ
—Todo apunta a que la investigación se puntualizaría si se preguntara sobre un concepto claro y no sobre una palabra abstracta, lo que es lo mismo que decir que hay que aclarar lo que significa la palabra “felicidad” antes de hacer la pregunta. De seguro nos iría mucho mejor si en vez de preguntarle a alguien si es feliz o infeliz, le aclaramos antes que «felicidad» significa «tener ganas de vivir», y que «tener ganas de vivir» significa a su vez «tener ganas de saber, hacer, tener y ser más». Así la pregunta sobre la felicidad se resumiría en «¿Sientes ganas de saber, hacer, tener y ser más de lo que eres?». Entonces, el interrogado tendrá más claro en qué pensar para dar la respuesta. Y como el tema de hoy no trata sobre encuestas o estadísticas, sino sobre las preguntas mismas, sólo mencionaré, a vuelo de pájaro, que todo un grupo de personas tristemente infelices a quien he preguntado «¿Sientes ganas de saber, hacer, tener y ser más de lo que eres?», asombrosamente me aseguraron estar conformes con lo que son. Así que cabe pensar que el conformismo va de la mano con la infelicidad.
Les dejo a ustedes la expectación de hacer la misma pregunta al otro bando, a las personas que consideren felices, para que saquen sus propias conclusiones.

Y tú… ¿SIENTES GANAS DE SABER, HACER, TENER Y SER MÁS DE LO QUE ERES?